jueves, 27 de mayo de 2010

La familia Quiñones


La Ermita de Celada desde su construcción estuvo en manos de unos y de otros, pero quizás los propietarios más significativos fueron los Quiñones de Alcedo, prueba de ello son los cinco escudos que adornan la fachada de la ermita.

El Escudo de Armas de los Quiñones es de origen asturiano y está formado por un escudo con un yelmo plateado en la parte superior con un penacho con colores rojo y azul. A los costados del escudo aparece una representación de follaje con color plata y rojo alternado. El escudo está en su interior dividido en 15 escaques (piezas rectangulares), ocho rojos y siete de plata y azules. En el caso de los escudos de la ermita, tallados en piedra, no aparece un yelmo, sino una corona.
En las tierras de Alba, los Quiñones de Alcedo fueron la única familia que consiguió consolidarse. El tronco principal de esta familia fue el caballero Álvar (también llamado Ares) Pérez de Quiñones, hijo de Pedro Álvarez de Quiñones y Leonor Ponce de León, y su hermano Suer Pérez de Quiñones, señor de Gordón desde 1366, y, más tarde, de Luna.

La historia de cómo pasó a formar parte la ermita de Celada de las propiedades de los Quiñones de Alcedo no se conoce muy bien, pero sí se sabe que esta familia contaba con el patronato de la parroquia de Alcedo y por consiguiente la ermita, al pertenecer a ese patronato quedaba bajo su control. Para entender el control que los Quiñones de Alcedo tenían en la zona de Alba, es importante remontarse a la historia de la familia.

Los Quiñones, asentados en la divisoria astur-leonesa de los montes de Luna, fueron una de las familias nobles más poderosas en la Baja Edad Media. Al ostentar una gran masa de rentas y un gran número de señoríos, consiguieron convertirse en árbitros indiscutidos de la política de su tiempo.

El primer miembro destacado de la familia Quiñones que actúa en Asturias es Pedro Suárez de Quiñones, cuyos descendientes se establecieron también en Asturias. A éste lo sucedió su sobrino Diego Fernández de Quiñones. Este noble maquinó apoderarse de la villa de Avilés e imponer su dominio en Cangas y Tineo, alegando que eran patrimonio de su tío.

Su sucesor fue Pedro de Quiñones, señor de Luna. Dado el malestar reinante en Asturias contra el condestable Álvaro de Luna, y el ascendiente poder de su linaje, Pedro intentó expandir su influencia por toda Asturias.

A Pedro de Quiñones lo sucedió Diego Fernández de Quiñones, conde de Luna, que continuó ejerciendo su poder sobre los dominios de su padre.

Al llegar los Reyes Católicos al poder e imponer una política centralista, el poder de los Quiñones fue mermando progresivamente. La monarquía mediante arbitrajes sustentados por la fuerza, desposeyó a los Quiñones de sus señoríos en Asturias. El declive de la antigua nobleza era un hecho.


Escudo de la familia Quiñones en la ermita

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