sábado, 6 de abril de 2013

jueves, 27 de mayo de 2010

El inminente final de la historia.


La historia de la Robla está a punto de perecer en el olvido debido a la falta de un archivo histórico municipal en condiciones. Ya podemos despedirnos de los recuerdos y de las historias que se transmitían de padre a hijo sobre el pueblo. Los conocedores de la historia del pueblo han ido marchándose y lo que queda de historia también se irá en unos años si las cosas siguen como ahora.

Al ayuntamiento esto no parece haberle preocupado demasiado, quizá un poco sí, no podemos olvidar que se han molestado en almacenar en una nave en el polígono industrial todos los documentos, mapas, cartas, fotografías… en cajas de cartón colocadas aleatoriamente en un espacio dominado por los ácaros y la entropía. Allí se almacenan siglos de historia bajo una maldición: nadie puede entrar allí. O al menos eso es lo que pretende el ayuntamiento.

Cuando algún vecino quiere visitar lo que denominaremos “archivo histórico municipal” lo primero que recibe son una sucesión de excusas del tipo “En este momento no hay nadie que se encargue del archivo y no podemos mostrarle nada. Hasta hace poco se ocupaba fulanita de tal del archivo, pero ahora no tenemos nadie que lo lleve” Si el problema no viniese de lejos no tendría por qué dudar de su palabra, pero teniendo en cuenta que ya hace más de 40 años que las cosas están así, no se puede pensar más que el ayuntamiento quiere destruir la historia del pueblo. O eso, o que allí guardan un gran tesoro (además del tesoro que supone la historia del pueblo) y no lo quieren compartir con nadie.

Bromas aparte, la pasividad de los alcaldes y de los concejales de cultura que han ido pasando por esta institución es realmente sorprendente. Para ellos es muy importante tener un buen programa de fiestas, realizar alguna actividad en la casa de la cultura (aunque cada vez menos) y ocasionalmente algún que otro video documental para presentar al pueblo como uno de los más bonitos de la provincia, pero no cuidar la historia sobre la cual se cimenta el pueblo.


Lo peor de todo es que esa pasividad se ha ido contagiando a todos los niveles y las nuevas generaciones tampoco muestran demasiado interés por el pueblo. Sólo algunos vecinos han llevado a cabo iniciativas como la recolección de prensa local, fotografías y testimonios. Ni aún así el ayuntamiento se ha animado a adecentar el archivo histórico.

La solución está al alcance de las manos, pero nadie toma medidas. Sólo se trataría de organizar y ordenar los documentos (algo de lo que se podrían encargar los estudiantes de biblioteconomía de la Universidad de León), pero al parecer, debe ser una tarea muy difícil y costosa. Además hay cosas mejores en las que invertir dinero.

Si las cosas siguen así, la historia de La Robla acabará extinguiéndose. Cuando la ermita caiga derruida por el paso del tiempo y cuando ya nadie se dedique a guardar una parte de la historia, ya sólo se podrá decir que La Robla fue una agrupación de personas en torno a una zona industrial.

La familia Quiñones


La Ermita de Celada desde su construcción estuvo en manos de unos y de otros, pero quizás los propietarios más significativos fueron los Quiñones de Alcedo, prueba de ello son los cinco escudos que adornan la fachada de la ermita.

El Escudo de Armas de los Quiñones es de origen asturiano y está formado por un escudo con un yelmo plateado en la parte superior con un penacho con colores rojo y azul. A los costados del escudo aparece una representación de follaje con color plata y rojo alternado. El escudo está en su interior dividido en 15 escaques (piezas rectangulares), ocho rojos y siete de plata y azules. En el caso de los escudos de la ermita, tallados en piedra, no aparece un yelmo, sino una corona.
En las tierras de Alba, los Quiñones de Alcedo fueron la única familia que consiguió consolidarse. El tronco principal de esta familia fue el caballero Álvar (también llamado Ares) Pérez de Quiñones, hijo de Pedro Álvarez de Quiñones y Leonor Ponce de León, y su hermano Suer Pérez de Quiñones, señor de Gordón desde 1366, y, más tarde, de Luna.

La historia de cómo pasó a formar parte la ermita de Celada de las propiedades de los Quiñones de Alcedo no se conoce muy bien, pero sí se sabe que esta familia contaba con el patronato de la parroquia de Alcedo y por consiguiente la ermita, al pertenecer a ese patronato quedaba bajo su control. Para entender el control que los Quiñones de Alcedo tenían en la zona de Alba, es importante remontarse a la historia de la familia.

Los Quiñones, asentados en la divisoria astur-leonesa de los montes de Luna, fueron una de las familias nobles más poderosas en la Baja Edad Media. Al ostentar una gran masa de rentas y un gran número de señoríos, consiguieron convertirse en árbitros indiscutidos de la política de su tiempo.

El primer miembro destacado de la familia Quiñones que actúa en Asturias es Pedro Suárez de Quiñones, cuyos descendientes se establecieron también en Asturias. A éste lo sucedió su sobrino Diego Fernández de Quiñones. Este noble maquinó apoderarse de la villa de Avilés e imponer su dominio en Cangas y Tineo, alegando que eran patrimonio de su tío.

Su sucesor fue Pedro de Quiñones, señor de Luna. Dado el malestar reinante en Asturias contra el condestable Álvaro de Luna, y el ascendiente poder de su linaje, Pedro intentó expandir su influencia por toda Asturias.

A Pedro de Quiñones lo sucedió Diego Fernández de Quiñones, conde de Luna, que continuó ejerciendo su poder sobre los dominios de su padre.

Al llegar los Reyes Católicos al poder e imponer una política centralista, el poder de los Quiñones fue mermando progresivamente. La monarquía mediante arbitrajes sustentados por la fuerza, desposeyó a los Quiñones de sus señoríos en Asturias. El declive de la antigua nobleza era un hecho.


Escudo de la familia Quiñones en la ermita

Las batallas entre moros y cristianos en la Ermita


sábado, 22 de mayo de 2010

Entrevista a Juan José Sánchez Badiola: “Conocer la historia de La Robla fue uno de los motores que me empujaron a estudiar historia”



Juan José Sánchez Badiola, Doctor en Historia por la Universidad de León y autor de numerosos estudios, ponencias, artículos científicos y libros sobre la historia de la provincia de León, nos habla de La Ermita de Celada y de las dificultades que tuvo para desentramar la historia de La Robla.

¿Cuándo surge ese interés por descubrir la historia de la comarca de la Robla y sus monumentos, como es el caso de la ermita?

Cuando era pequeño. En el colegio había algo que me molestaba mucho. En las clases de historia los profesores siempre decían que La Robla no tenía historia, que su origen era estrictamente la agrupación de las gentes en torno a la industria, pero yo sentía que eso no era así y quería demostrarlo. En mi casa me habían hablado de las viejas leyendas de la Robla y de la ermita y yo quería saber qué había detrás de los monumentos de la comarca.

¿Entonces fue eso lo que le llevo a estudiar historia?

Podría decirse que sí. A mí siempre me ha gustado la historia y este fue uno de los motores que me empujaron a dedicarme a ello.

¿Le costó mucho recabar información para empezar a desentramar los orígenes de esta comarca?

La verdad es que sí. Bueno, como a todos los historiadores cuando empiezan. Desenterrar la historia de La Robla resultó particularmente difícil debido a que el ayuntamiento no tenía bien habilitado el archivo histórico municipal, que es uno de los sitios donde habría más información sobre los orígenes de la comarca así como de la Ermita. Además en la parroquia del pueblo tampoco tenían guardado ningún documento. Me pasé muchos años yendo de aquí para allá buscando archivos en León, Astorga y también en Oviedo.

¿Cree que podría encontrarse más información acerca del monumento o la información que se ha recopilado es la única existente?

Estoy seguro de que aún queda información sobre el tema. Ahora que nos encontramos en la era de las nuevas tecnologías seguramente se pueda encontrar esta información con mayor facilidad. Muchos archivos históricos guardan datos muy interesantes y hasta ahora era muy difícil dar con los documentos que te interesaban pero gracias a la digitalización de estos archivos la tarea de encontrar documentación será mucho más sencilla.

¿Cree que la Ermita de Celada supone un punto de origen en la historia de La Robla?

Si, es una clara referencia. La formación de la villa de La Robla tal y como la conocemos actualmente no se lleva a cabo hasta el siglo XVI, pero antes ya hubo en esta zona un asentamiento, lo que podríamos denominar la aldea de Celada. Este poblamiento podría haberse establecido en el siglo XIII y por los estudios que he realizado seguramente en el enclave actual de la ermita estuviese situada la iglesia de esta aldea. Luego se construyó encima la Ermita, en el siglo XIV.

Parece que la historia del pueblo ha quedado un poco en el olvido, quizás por las trabas que algunas instituciones ponen a la hora de consultar información y por la mala organización de ciertos archivos históricos. ¿Cómo animaría a los investigadores amateurs para que no decayera su interés por seguir recopilando información?

Para ser investigador e historiador hay que cumplir dos requisitos fundamentales. El primero es tener vocación y tenacidad, porque conseguir los documentos que necesitas en una investigación no es tan sencillo como ponerse a buscar en organismos oficiales y en archivos históricos. Normalmente las cosas importantes no son las primeras que encuentras y hay momentos en los que por más que buscas algo no aparece. Es como el refrán, “el que la sigue la consigue”, pero hay que tener paciencia y dedicarle mucho tiempo. El segundo requisito es tener una buena formación, porque ahora, que parece haberse puesto de moda la investigación, hay muchos que se ponen a investigar sin saber y luego en los trabajos que publican sólo hay lagunas.
En cuanto a la historia de La Robla, creo que si está casi olvidada es por culpa del desinterés que ha mostrado el ayuntamiento por el archivo histórico municipal. No se han molestado en arreglar aún las instalaciones donde guardan los documentos y tampoco han recopilado la prensa local. Si siguen así dentro de unos años no quedará historia que contar.


Juan José Sánchez Badiola

Descubriendo la Ermita de Celada



Existen muchos y diversos lugares, monumentos y leyendas que se encuadran en La Robla, pero sólo hay un paraje en el cual lo tradicional y lo religioso, la leyenda y la historia, se entremezclan de una forma hermosa: la Ermita de Celada.

Conocida por todos los vecinos de la comarca roblana, pasa casi desapercibida en el paisaje, sin destacar en el mismo casi hasta estar junto a ella.No obstante, para aquellos que saben apreciar la belleza de la austeridad románica salpicada por la leyenda, así como para los fieles devotos, la ermita resiste el paso del tiempo casi impasible.

La Ermita de Celada es una sólida construcción levantada en mampostería caliza siguiendo las líneas del denominado “foco clasicista de la Meseta Norte”. En la construcción actual se observan varias etapas constructivas; la más antigua es posiblemente del XIV y corresponde a un arco apuntado de traza gótica. El resto del edificio está datado en el s. XVII, a excepción del pórtico de acceso, del XVIII, abierto y con tres arcos, que soporta el campanario.

A primera vista la ermita resulta tan sencilla que puede llegar a antojarse hasta demasiado austera. La total ausencia de adornos en el exterior, salvo los escudos de la familia Quiñones colocados en el pórtico, y los sólidos contrafuertes que refuerzan los muros norte y sur hacen que sea una construcción sobria. No obstante es en la sencillez que rodea a este monumento donde reside su encanto.

En el exterior también se puede ver una puerta, actualmente cegada, que permitía el acceso directo desde la ermita a las dependencias de los monjes que la atendían, así como al hospital que se levantaba en las inmediaciones.

Al entrar en el edificio observamos que también es bastante austero; se compone de una única nave rectangular, con bóveda de cañón y arcos fajones que coinciden con los contrafuertes exteriores. El presbiterio, de planta cuadrada, muestra una cubierta de bóveda de crucería. El retablo mayor, de aire manierista, se dispone bajo un arco abierto en el muro. Presenta tres cuerpos, los dos inferiores divididos en tres tablas decoradas con pinturas que representan distintas escenas bíblicas.

La parte central del retablo está ocupada por una hornacina que alberga la imagen de La Virgen de Celada, patrona de La Robla. Esta figura es una talla románica, policromada que representa a la virgen sentada en un trono sosteniendo en la rodilla izquierda al Niño en actitud de bendecir. Esta figura fue repintada y restaurada hace 30 años, ya que la carcoma había estropeado la talla. Además se le añadió una nueva corona de madera, ya que la corona original había sido cortada en el siglo XV para colocar una de metal.

Celebraciones en la Ermita de Celada.

Quizá la celebración más importante sea la festividad de Celada, en la cual se honra a la Virgen de las Nieves. Esta fiesta se celebra el primer domingo de agosto. Su tradición es larga y desde siempre romeros y devotos se acercan a Celada para agradecer a la Virgen sus favores. Unos días antes tiene lugar la novena en la ermita. El último día de la novena coincide con el viernes antes de la fiesta. Ese día se celebra una multitudinaria romería en la que se hace una misa en la ermita y luego se traslada en procesión la Virgen hasta la iglesia del pueblo. El último día de la fiesta, el lunes, la Virgen vuelve en procesión a la ermita, se celebra la santa misa y luego el ayuntamiento invita a todos los presentes a un vino español.

Las leyendas de la ermita.

Y como todo monumento que se precie, la ermita también está rodeada por una serie de leyendas. La tradición popular relaciona esta ermita con la época de la Reconquista, cuando las refriegas entre moros y cristianos eran constantes en estos valles. Cuenta la leyenda que en una de esas batallas, los cristianos de la zona se encontraban en clara desventaja frente al poder andalusí, por lo que rogaron a la virgen su intercesión en la batalla. Gracias a la intervención de la virgen los cristianos consiguieron la victoria y en agradecimiento levantaron, como en tantos otros puntos de la geografía hispana, una ermita de vocación mariana.

Robo en la ermita.

En noviembre de 1917, la ermita sufrió el robo de algunas piezas de valor, concretamente el manto de seda de la Virgen, valorado en 550 pesetas, la corona de plata y perlas, valorada en otras 200, y algunos hábitos, velas, y la corbata de seda que tenía la imagen de San Antón. Los autores del robo fueron Pedro y Teresa Blanco en colaboración con Juan Corbajo y Teresa Hernández. Todos fueron detenidos en Cuadros por la guardia civil, que consiguió recuperar todo lo robado a excepción de la corono de la Virgen, que los ladrones dijeron haber arrojado a un pozo. Para prevenir futuros robos se decidió guardar la figura de la Virgen en la parroquia del pueblo.

A pesar de esto, del paso de los años, las desidias y los cambiantes intereses económicos y políticos la Ermita de Celada sigue siendo un referente en la historia de La Robla.


Vista lateral de la ermita