jueves, 27 de mayo de 2010

El inminente final de la historia.


La historia de la Robla está a punto de perecer en el olvido debido a la falta de un archivo histórico municipal en condiciones. Ya podemos despedirnos de los recuerdos y de las historias que se transmitían de padre a hijo sobre el pueblo. Los conocedores de la historia del pueblo han ido marchándose y lo que queda de historia también se irá en unos años si las cosas siguen como ahora.

Al ayuntamiento esto no parece haberle preocupado demasiado, quizá un poco sí, no podemos olvidar que se han molestado en almacenar en una nave en el polígono industrial todos los documentos, mapas, cartas, fotografías… en cajas de cartón colocadas aleatoriamente en un espacio dominado por los ácaros y la entropía. Allí se almacenan siglos de historia bajo una maldición: nadie puede entrar allí. O al menos eso es lo que pretende el ayuntamiento.

Cuando algún vecino quiere visitar lo que denominaremos “archivo histórico municipal” lo primero que recibe son una sucesión de excusas del tipo “En este momento no hay nadie que se encargue del archivo y no podemos mostrarle nada. Hasta hace poco se ocupaba fulanita de tal del archivo, pero ahora no tenemos nadie que lo lleve” Si el problema no viniese de lejos no tendría por qué dudar de su palabra, pero teniendo en cuenta que ya hace más de 40 años que las cosas están así, no se puede pensar más que el ayuntamiento quiere destruir la historia del pueblo. O eso, o que allí guardan un gran tesoro (además del tesoro que supone la historia del pueblo) y no lo quieren compartir con nadie.

Bromas aparte, la pasividad de los alcaldes y de los concejales de cultura que han ido pasando por esta institución es realmente sorprendente. Para ellos es muy importante tener un buen programa de fiestas, realizar alguna actividad en la casa de la cultura (aunque cada vez menos) y ocasionalmente algún que otro video documental para presentar al pueblo como uno de los más bonitos de la provincia, pero no cuidar la historia sobre la cual se cimenta el pueblo.


Lo peor de todo es que esa pasividad se ha ido contagiando a todos los niveles y las nuevas generaciones tampoco muestran demasiado interés por el pueblo. Sólo algunos vecinos han llevado a cabo iniciativas como la recolección de prensa local, fotografías y testimonios. Ni aún así el ayuntamiento se ha animado a adecentar el archivo histórico.

La solución está al alcance de las manos, pero nadie toma medidas. Sólo se trataría de organizar y ordenar los documentos (algo de lo que se podrían encargar los estudiantes de biblioteconomía de la Universidad de León), pero al parecer, debe ser una tarea muy difícil y costosa. Además hay cosas mejores en las que invertir dinero.

Si las cosas siguen así, la historia de La Robla acabará extinguiéndose. Cuando la ermita caiga derruida por el paso del tiempo y cuando ya nadie se dedique a guardar una parte de la historia, ya sólo se podrá decir que La Robla fue una agrupación de personas en torno a una zona industrial.

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